14/6/07

Alfredo Zalce: el incansable

Opinión
Jorge Meléndez Preciado.

Uno de los libros más bellos que he visto en los últimos tiempos es: Alfredo Zalce (gobierno de Michoacán y El Equilibrista). Contiene una gran cantidad de reproducciones de la vastísima obra gráfica del artista que, como pocos, incursionó en diferentes técnicas y escuelas. Además, escriben acerca de dicho personaje Juan Soriano, Beatriz Zalce (su hija), Miguel Ángel Echegaray (ocho textos), Ignacio Sosa y Víctor Roura. Se incluyen varias líneas de Lázaro Cárdenas Batel, el mandatario de aquel estado, y de Jaime Cortés, secretario de Cultura en la entidad.

Dice Soriano: "A Alfredo Zalce la disciplina le dio libertad total de hacer, de buscar, de experimentar y trabajar un tema sin agotarlo". Algo que podemos ver en lo presentado, aunque queda más claro al describirnos su vida, la cual era de un esfuerzo constante, incluso diríamos obsesivo, tanto así que varias de sus bellas mujeres le dijeron adiós porque en su cabeza bullía lo que todo creador serio debe tener: ¿cómo resolver los problemas del momento? ¿de qué forma innovar? y, lógicamente, ¿cuál es el nuevo reto?

No obstante su pasión por la invención, sus decepciones amorosas, su militancia, tanto en las misiones culturales fundadas por José Vasconcelos como su participación en el Taller de Gráfica Popular y su lucha en contra de la derecha, era un padre amoroso que charlaba largo tiempo con sus hijos, nos dice Beatriz, recuperadora de su obra. Aclara ella: "Nunca formó parte de ningún partido. Lo que seguramente le dio alas para volar por todos lados, sin patrón, rey o dirigente que lo impidiera."

Su estudio, que era un campo abierto para todo, igual que el de Rodolfo Morales y otros que salen y continúan al lado del pueblo, era un lugar de experimentación constante, un sitio donde encontraba uno obras en proceso o terminadas, un asiento para que se debatiera acerca del arte y la liberación, la música (su gusto por Peter Gabriel es alucinante) y la filosofía, la historia y el cambio tan necesario. Todo con amplitud, pasión, devoción.

El término provinciano no cabía en su diccionario. A los capitalinos nos enseñó a ver el infierno que hoy vivimos. Mientras unos pepenadores levantan lo que pueden, un niño famélico no sabe a dónde va, una mujer pide limosna, se erige la gran ciudad con sus torres vacías. En otro, surgen las llamas en una urbe que estalla no se sabe por qué (¿importa?). Dos apuntes en los cuales encontramos lo que ocurre en Santa Fe -y otros pomposos lugares- que se construyó incluso encima de basureros y actualmente es otra realidad, incluso diferente país.

Pero es cierto, Zalce quien trabajaba de 15 a 20 horas diarias (otra vez Beatriz), no obstante que perdió amores y vio morir a sus hijos -no hay tragedia mayor-, tiene, como dice Echegaray, "El paisaje como personaje". Hay innumerables, con diferentes técnicas y visiones, pero siempre bellísimos, algunos quisiera uno tocarlos o comérselos. Y es que como anota la siempre lúcida Raquel Tibol: "El principio que movía la creación de Alfredo Zalce se cifraba en el placer".

Roura lo ha definido como el de la "compleja sencillez". Y es que en cada uno de sus grabados hay algo que ilumina, conmueve, muestra otra realidad, va descubriendo caminos.

El artista, a fin de cuentas, nunca deja de experimentar, no obstante las adversidades y el implacable tiempo. Ese fue Zalce.

El Universal, 13 de junio de 2007
http://www.eluniversal.com.mx/columnas/65705.html



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